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miércoles, junio 28, 2006
OTRA ENTREVISTA
Esta la hizo Mariana Lanusse, y acaba de publicarse (junio de 2006) en la revista salteña Claves.
DE LAS CELEBRACIONES Y LOS SILENCIAMIENTOS
Entrevista a Carlos Juárez Aldazábal (fragmento)
-Dos preguntas para romper el hielo: ¿De dónde viene la poesía? ¿Cómo es que uno se hace poeta?
¡Qué preguntas, Mariana! Ante interrogantes tan serios el riesgo de la generalización está latente. Entonces, la única posibilidad es particularizar. Quiero decir: es imposible saber el origen de toda poesía. Y del mismo modo, el "hacerse" poeta no consiste en una serie de pasos que llevan, como podría ocurrir con una carrera académica, al feliz término de una diplomatura. Sólo podría responderte con un "para mí": de dónde vino mi poesía, o cómo terminó esa afición convirtiéndose en un oficio literario.
Pero primero tendría que decirte lo que entiendo yo por poesía: cuando hablo de "poesía" no pienso en un género literario. No se trata, en mi opinión, de literatura. Esto diluiría la versión, tan escuchada y difundida por talleristas, de que para "volverse" poeta es preciso leer mucho, o que uno deviene poeta a partir de la lectura. En todo caso, la lectura forma parte de un oficio literario, y en ese punto es imprescindible. Pero eso es otra cosa.
Tampoco entiendo la poesía como una entidad especial a cuyo llamado es imperioso atender: esta concepción, que proviene de un romanticismo tardío, suele ser un lugar común entre ciertos poetas. Y en algunos casos funciona, porque les permite la ficción de sentirse demiurgos que traducen los dictados de la Diosa Blanca. Pero eso no está mal: ha dado algunos momentos de buenos poemas ("poemas", que no son la misma cosa, en mi opinión, que la "poesía").
Y dejo de hacerme el misterioso: lo que yo entiendo por "poesía" es una capacidad especial para percibir emotivamente el mundo, facultad anclada, especialmente, en la imaginación de la infancia y que puede traducirse, o no, a cualquier soporte sígnico. En este sentido, el "ser poeta" tendría que ver con esa voluntad de traducción, y la elección de la materia sígnica determinará la etiqueta de "escritor", "cineasta" o "músico" o, específicamente en lo literario (por eso tampoco creo en los géneros al momento de la creación), de "narrador", "poeta" o "ensayista".
En cierta ocasión, cuando me preguntaron algo parecido a tus preguntas (fue en una mesa de la Feria del Libro de Buenos Aires), respondí que la poesía empezó para mí en una higuera que había en el fondo de mi casa, a la que yo me trepaba cuando era chico y a la que solía imaginar como un castillo fantástico, castillo que se derrumbó, tristemente, en una trágica poda. Pero entre esas ruinas la poesía se mantuvo intacta.
Y en mi caso, la voluntad de "traducir" fue temprana. Tenía alrededor de ocho años cuando armé un cuaderno al que titulé "Cuentos y poemas" en el que comencé a escribir, con una letra desordenada e ilegible, rimas desconocidas en las que, a pesar de la cursilería y la falta de oficio, lo musical cerraba. Sospecho que mi madre aún esconde algunos restos de ese cuaderno para evitar que caigan en mis manos (una forma de protegerlos de una destrucción inminente).
- Habiendo tantas respuestas posibles, el único verdadero riesgo de las preguntas generales creo que está, justamente, en cómo se las responde cada uno. Pero vamos a la higuera y a la idea de la infancia como raíz de la razón poética, al menos de la tuya. Vos hace muchos años ya que te fuiste de Salta, y volvés cada tanto. Ahora, ¿cómo dirías que vuelve y se recupera –si es que vuelve y se recupera- ese aire, ese paisaje, esa experiencia provinciana en tu obra? O, quizá pensando más en el plano del enunciado que en el de la enunciación, ¿qué hay de Salta hoy en tus poemas?
Si no recuerdo mal, el enunciado es la realización de la enunciación, y la enunciación vendría a ser un acto de subjetivación del lenguaje, cuyas marcas quedarían en el dispositivo de enunciación que produce el enunciado (¡qué trabalenguas!). Entonces, supongo que el "enunciado" son los poemas, y la "enunciación" lo que queda de mi subjetividad en el poema a partir del momento de la escritura. En este sentido, me parece que lo que queda de Salta en mis "enunciados", más allá de lo temático, es determinada respiración, determinada música. Y eso, en mi opinión, está estrechamente ligado a mi oralidad, a mi sociolecto provinciano. Ahí estaría la aparición constante de "Salta" en los poemas, aunque cuando hablo de "Salta" pienso en una construcción afectiva que se traduce en las expresiones idiomáticas: toda pertenencia siempre implica algún tipo de afecto. Por eso hablé de la infancia como momento fundante de la experiencia poética, porque es el momento más intuitivo de la afectividad.
Pensando en un nivel más concreto, en el nivel temático, últimamente estoy volviendo a escribir sobre la provincia, sobre cosas muy puntuales: Eulogia Tapia y su canto, por ejemplo (estuve con ella en mayo de 2005), o la guerrilla de Massetti en la selva de Orán (esos poemas acaban de publicarse en una revista digital llamada Malabia). Pero esa "Salta" afectiva que de algún modo ha vuelto a encontrarme en lo temático es, seguramente, diferente a la de alguien que está atravesado por otras experiencias e intereses.
Yo sigo pensando que el oficio poético es un oficio existencialista. Y, en este sentido, me sigue pareciendo que la mayor cualidad literaria, la imprescindible, es la de la honestidad. Pero desgraciadamente la honestidad sólo se percibe en la más absoluta soledad. Es imposible emitir algún juicio sobre la "honestidad literaria" de los otros.
- Me quedé pensando en esto del género. Porque tal vez no existan los géneros al momento de la pura creación, como proponías antes, pero sin duda existen a la hora de considerar la obra, el objeto artístico, en su circulación y recepción social, donde los problemas que se ponen en juego son otros...
Hay formas de producción literaria claramente esquematizadas: nadie va a dudar en clasificar un soneto como poema: su forma específica pertenece al género. Ahora bien, un poema, siguiendo la idea del comienzo (que, insisto, es una gramática personal que me sirve a mí), no necesariamente tiene poesía: puede ser pura versificación. Sin una desnaturalización del lenguaje, a mi juicio, el arte literario es imposible.
Sin duda que los géneros sí funcionan en la industria cultural, en el momento de impulsar (o no) la difusión de determinadas textualidades. También funcionan dentro de un campo que se propone artístico como una forma de legitimar determinada práctica. Es indudable que los géneros y los soportes, entendidos como mediaciones inscriptas en los textos, condicionan fuertemente su consumo. Cuando la mediación no es explícitamente la del mercado, y se están jugando, además, otros debates estéticos e ideológicos, es donde entra en escena la institución crítica y sus operaciones de lectura.
Yo entiendo la poesía como algo que no es género, porque pretendo que sea mi lugar de libertad. Pero mi pretensión, efectivamente, no tiene nada que ver con lo que ocurre en los complejos circuitos de producción, distribución y consumo del arte literario en el aquí y ahora de nuestro país.
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