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domingo, agosto 05, 2007

MIROSLAV SCHEUBA

Este texto es del ilustre Miroslav Scheuba, poeta y cocinero chileno a quien conocí en 1995, en casa de Olga Orozco.

Pueden leer más cosas de él en estos blogs (aunque creo que tiene otros):

www.poetaycocinero.blogspot.com
y
www.paseomercosur.blogspot.com

131-169

Este racimo de uva Moscatel, de cincuenta dorados granos de uva,

empezaré a devorar lenta y no calladamente,

porque con cada grano en la boca pediré un deseo:

Que mi salud que se ha caído, la pueda levantar.

Que el amor que me ha dejado, regrese y pronto.

Que no me falten las ganas y los dineros para viajar.

Que me regalen nuevos libros y que los pueda leer.

Que se me ocurran bellas fábulas y que no las olvide.

Que no me falten cereales, frutas y verduras en la alacena.

Que siempre tenga en la cocina el conjuro de las especias.

Que después de los dátiles, los mosquitos me dejen dormir la siesta.

Que no tenga sueños desagradables ni mareas nocturnas.

Que cada tanto me visiten los ángeles y los arcángeles.

Que en sueños amatorios me sueñe joven y bello otra vez.

Que reciba alguna revelación mística en los jardines de la noche.

Que se descubra que la Luna aún no ha sido conquistada.

Que nuestro planeta Tierra no se enfríe ni se caliente más.

Que las guerras fatales vayan desapareciendo del mundo.

Que me encuentre un anillo con un rubí.

Que otra vez me regalen perfumes de Francia.

Que regrese a Verona para asistir a una ópera en la Arena.

Que pueda escuchar a Smetana en el barrio viejo de Praga.

Que cada tanto el mar me bendiga con su Espíritu Santo.

Que de alguien que ha partido reciba un mensaje del Más Allá.

Que pueda pintar para el comedor un cuadro con frutas tropicales.

Que la noche menos pensada aprenda a tirar las cartas.

Que de pronto me visite el extraño poder de la videncia.

Que me adelante a la buena fortuna adivinando los números.

Que luego me incline en los Altares para agradecer.

Que me inviten a conocer una biblioteca con libros incunables.

Que no pierda los anteojos y ningún paraguas más.

Que pueda cantar, aunque sea en la ducha.

Que cada vez que llueva con sol pueda ver un Arco Iris.

Que este mundo no sufra hambre y disminuyan los mendigos.

Que los más pobres le enseñen a los más ricos cómo ayudar.

Que me visite una amiga desde Salta o desde Persia.

Que estos deseos puedan ser traducidos al Quechua o al Farsí.

Que siempre tenga en casa mirra, incienso y oro.

Que hurgando entre libros o revistas pueda descubrir algún nuevo poeta.

Que encuentre por fin la máscara que me hace falta.

Que cuando recite mis Odas no me falle la memoria.

Que no se me corte más la visión, la audición y la intuición.

Que pueda guardar en mi bodega amables vinos lejanos.

Que los ladrones se alejen de mi casa.

Que ninguna plaga ataque a mis animales y plantas.

Que alguien me nombre albacea y me pida hablar en sus exequias.

Que por las noches no vengan a molestarme los fantasmas.

Que no me vengan a pedir que sea testigo de cargo.

Que mi médico de cabecera viva por muchos años.

Que cada vez me inviten más seguido a almorzar o a cenar.

Que no se me sigan cayendo los dientes y el pelo.

Que de La Divina Comedia me pueda escapar por la escalera de incendio.

Y que se demore un poco más en llegar el inevitable Apocalipsis.

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