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jueves, octubre 26, 2006

MAJESTAD, ETC.

Uno de los poemarios más significativos de Oscar Steimberg (Buenos Aires, 1936). Pasen y lean.


I

(MAJESTAD)





1


Hay veces, majestad,
en que ella no tiene nada que ver conmigo.


Así,
explíqueme usted
la razón de la sincronización
que ha dado lugar a esta práctica;
hábleme de la perdularización
que ensimó el narcisismo de un personaje tipificable
en el trasfondo de un paisaje heteromístico;
Majestad,
usted se está perdiendo una oportunidad
si no habla;
majestad yo no quiero dudar de usted
pero tampoco quiero dejar de oír y ver
las vueltas del Carrousel
primero, inicial de esta, su ciudad:
ya ve, Majestad,
cómo puede llegarme a no importar
que esta ciudad sea Suya o mía.




2

La heredad
de lo Cómico
se filtra por boquetes de ligustrina:


ahí, ahí, la Nostalgia
estalla con ruido de rompeportones
y nivela al Tonto de Genio con el
Tonto:
Majestad,
aquí pienso hacer entrar el tema del Humor
porque entre esas hojillas nunca he sabido nada
de él
pero he escuchado unas explicaciones
que son para morirse de risa.



SIGUE 2

La gente llora por la suerte de Groucho Marx
pero sin llegar a torcerse
como pudo hacerlo él en Casablanca;
y que no me digan que eso sucede porque alguien
pudo llegar a establecer
que ese torcerse era algo específicamente cómico
y que le pertenecía solo a él.


(El humor yanqui, Majestad
-y vuelvo a TI;
porque trato de algo que Es-,
no es
un humor económico.
Casi podriamos decir,
perdón,
que se trata de un humor de desperdicio,
si no fuera porque entonces correríamos el rieso
de tirar lo mejor.
Mejor abstengámonos de desperdiciar
y animémonos a comer
tanta basura:
al humor yanqui qué le va a importar
la dilución de la sucesión de cuadros fílmicos
tal como es,
sabiendo que otro cuerpo se va a torcer
para que Tú no entiendas;
Majestad,
yo estoy aquí para rescatar
y exponer
una pequeña idea disentidora
y al hacerlo siento unas ganas terribles de llorar.)



3

Hay-veces-Majestad-en-que-ella-no-tiene-nada-que ver-
conmigo


y lárguese usted
a pescar con caña de siete anzuelos
en el pedreguye con caña de siete anzuelos
-diría un torpe cómico argentino-
de un arrolluelo
-diría una torpe cómica argentina-
que escape, claro, a las trampas de la lexicalización:
le ruego que descubra que falta un guión,
en la página opuesta,
entre "que" y "ver",
lo que indica que existe el Porvenir y la Ilusión
en el discurso abierto por ese Famoso Cómico
Americano
cuando se abre de piernas y naturalmente pasa a
ser otro
que necesariamente tendrá algo
que
ver
por allí, meta brincos de campesino de Peter
Brueghel,
mientras los eructos de una comida naturalmente
campesina
van fragmentando su discurso en heptasílabos
secretos.



4

Deberá usted advertir,
Majestad,
que estas líneas se extienden de una manera indivisa
en cada caso;
y que ese caso
-tomado, en verdad, en la acepción jurídica
del término-
termina como debería empezar:
¿al azar? No:
diríamos más bien: al acaso.


(Desde abajo, no lo niego, puede operar la influencia
de la televisión:
la "forma simple" del caso
ha alimentado sus "ocurrió" y sus "júzguelo";
cada caso es el planteo de una excepción
que por supuesto termina siempre por resolverse
de una manera inopinada:
a ver,
por qué no se me anima a confesar
que la fragmentación de estos versos se lo aparece
como muy al pedo,
como diría una joven psicóloga
enfrentada a un intento clasificatorio sin perspectiva
clínica
o como diríamos todos de un pedo fenomenal
lanzado por el Guerrero de los Pedos Mayores contra
la Mujer de los Idem,
que a su vez le hubiera roto previa y traicionariamente
una pierna con otra ventosidad
y que estuviera destinada a morir,
amigo, en ese ventarrón
que asolaría ciudades y pueblos.
La fragmentación poétique de los renglones, en tal relato,
configuraría una bêtise;
y he aquí por qué, Majestad,
un preciso temblor agita mi cuerpo cuando articulo (!),
ante usted,
los míos.)




5

Un temblor un temblor!


Míster,
allí no pude llamarlo Majestad
porque me vuelvo cocorito,
ridícula, mariconamente empequeñecido en mi porteñez,
tan diferente,
tan,
de los villanos irlandeses o galeses
(o escoceses)
acodados bien en su pub
(pronúnciese
con U)
y definidos según Donleavy
por su natural distinción de hombres de mundo,
sea, uno, príncipe sin corona,
buscador de esposa
o el mayor vendedor de ropa interior de señora en el
Oeste.




6

Ellos depositan, caballero, una proposición
(yo camino, uno-dos, hacia el mostrador, eso no
equivale a proponer nada)


y en sus mentiras hay una Gran Verdad
que justifica la repetitividad de sus chistes
y, aun, el carácter vegetal de su conversación:
después de todo siempre será lo mismo decir Ajá doctor
con que está criando panza de burgés
que inclinarse: Ajá, doctor,
con que está criando, etc.
o desbarrarse: Ajá, doctor, con que…,
etc.,
salvo para mí,
que me cebo en esas escansiones
para sentir que mi gesto repite el de un Viejo
pluvial
o el de un joven
navegador
o significa algo en sí
ya que no hay otro En Sí que lo ande ramoneando por
detrás.


Esto es engaño, Sucio
Rey!:
verso,
en el sentido bajoso que al vocábulo
le da Buenos Aires,
y si os engrupo, Majestad, será porque estamos en
grupo:
me divido,
te separo de mí, Majestad, y me divido:
una luz se congela al Este de un Faro Abierto en Dos
bajo la Cruz del Sur.




7

Jacobo Fijman no se atrevería a retomar las estrofas
pasadas de este poema. Yo sií, mi Amor divino se
Pasma con los Escandalosos Resplandores de su
Estela. Si copio el metro de los traductores de
Walt Whitman, su suave libertad, su
ritmo de mover
los hombros en un
desarrollo adap-
tado de Pri-
mer Movimiento y pro-
ferir,
cada
tanto,
una palabrota mostrada como inconsecuente,
es porque ese ritmo me permite también retomarme
a mií mismo
y traducirme.



Pasan los años y mi pan cambia de color.




II

(KULAK)






1

Hay veces, Kulak,
en que ella no tiene nada que ver conmigo.



Muerdo estepas, Kulak, como un perro con lentejuelas
divididas,
apartadas por un color, cada una, y una canción
apta para el gramófono que se vende en los barrios
que se extienden más allá de un mapa,
más allá
de un océano de saliva.
(Malditos sea los mapas, Kulak,
malditos
los aljibes reconocibles en las ilustraciones en color,
ya que funcionan, siembre,
como una cabeza vacía.
Digo: "siempre":
tres líneas atrás
la b fue un lapsus,
tal vez porque una parte de los inmigrantes que venían
de Rusia fueron sirios
y pronunciaban, ..., la "b" sonora,
o porque cuando llegué me dijeron que sembrara que iba
a cosechar.




2


Por supuesto, Kulak, coseché muchos escritorios.



Una Tapa de vidrio se extendía sobre la Pampa,
apretando
(vía estudios
científicos
del doctor José Liebermann)
las langostas de la última manga
y les hacía largar el juguito de la fecundación
sobre la siembra
siempre
de los kakis, fruta
con que aquí se designa el color de los uniformes.

Ahora que me quiero comprar un Ford
estoy en condiciones de afirmar
que nada de esto estaba escrito en el destino.
No te acuso, Kulak, de haberme engañado
(¿cómo podría engañar un ser de la naturaleza?)
ni de haberme, simplemente, mentido
(si te pusiste las barbas del Barón Hirsch fue por
travesti, por personaje de la historia).
Y tampoco
pienso!
que estuvieras, en el pensamiento equivocado:
lo que pasó no tenía que pasar,
y eso nos conserva jóvenes.
Hay bolsas de sangre enterradas del lado de los
geranios:
no son tuyas,
no estaban en ningún plan.




3

Pero hay geranios, cadid, Kulak:
el sencillismo enumerativo de los poemas de mi padre
pintó, mudo, este aire
en los otoños de la década del treinta
y la letra está ahí:
cuando se extinga
el último ejemplar
recogeremos
una cosecha de arvejillas
matizadas:
manejamos el lenguaje, Kulak, somos inteligentes:
tengo un amigo
cuyo apellido es Apicciafuocco
que se dispone de una perspectiva apta para analizar el
paradigma
de la violencia verbal.
(-Carajo -dirá, sobriamente,
el último miembro de la familia Güiraldes-,
cómo no se nos ocurrió a nosotros.)





III

(DOCTOR)


1

Hay veces Majestad en que ella no tiene nada que ver
conmigo
y está bien que así sea.
Hay veces, Kulak,
en que pareces un perro con lentejuelas
divididas.
Hay veces Doctor en que no se me ocurre qué decirle

y entro a repetir
las frases de entresueño que ocultan la tontería como
señoras presas que hablan en francés para dulcificar
las escansiones del ventanuco carcelario
o el asombro estremecido del hombre otra vez niño que
contempla volver, por fin, a su padre, después de
una inexplicable ausencia de decenios en algo que
es sueño, Dios mío, que no es muerte,
y de nada sirve repetir, Doctor, entonces, que es posible
prescindir del diario del domingo, del
periódico gremial, del original
a entregar mañana en la imprenta,
si ese hombre sin Country House se apoyaba en la Docencia
y el Periodismo como en un castillo normando.


Y está bien que así fuera.


Delante de la escuela desvencijada se levantaba,
efectivamente, un castillo normando.




2

Delante de la escuela desvencijada se levantaba,
efectivamente, un castillo normando.



La arquitectura de Buenos Aires es una arquitectura de
aluvión.


Los palacios de algunos permitieron la literatura de
protesta de otros.


Su silencio, doctor, permite mi discurso continuo.


La pertinencia de sus observaciones aleja la posibilidad
de toda teorización.


Entonces queda la poesía.


La poesía es impune, y sobra.


Y cuando está en el lugar de la teoría, solamente sobra.


Entonces queda la enunciación.


Una palabra, un paso.


Doctor, hay veces en que ella no tiene nada que ver
conmigo.


Entonces doy un paso. Sí, hacia ella, doctor.
Pero entonces coincidimos.
Déjeme cambiar de interlocutor.






IV

(JEFE)



1


En el Hotel de Inmigrantes paró una vez un lingüista checo
y se entendió con un cronista de boliche.
Es una especialidad:
el cronista es un periodista
al que envían a registrar puebladas en la calle
y transmite la información en forma telefónica desde
el mostrador
de un boliche situado en el teatro de los acontecimientos
mientras se hace bajar las botellas fuertes de la estantería
y las consume por orden,
de izquierda a derecha.
El checo había olvidado todas las lecturas posteriores
a 1930
y el cronista tenía la grappa reclamosa.


-¡Jefe! -dijo el acodado; pero el extranjero dudaba
(miradas a izquierda, a derecha)
entre Los Fusilados y El Bodegón.
-¡Jefe! -repitió el alcohólico,
incapacitado para recorrer el metro que faltaba hasta
la vereda
-no veo afuera, cante lo que pasa-.
-¡Jefe! -y el llamado no se estrellaba contra la indiferencia
del Analista sino contra su fascinación,
interpelado por primera vez en tanto, tal vez, Mandante.


Ahora actor, por fin, de un inédito paquete de funciones,
el Polaco giró el torso hacia el bar, abrió
las piernas para no caer en su propia borrachera
y escribió de viva
voz un texto que multiplicaba al infinito la Palabra Jefe.


Era un discurso incomprensible hasta para los genoveses
que habitaban el Ominoso Hotel.


Pero no para sus puertas de vaivén, Jefe,
dejemé
pensar que no habiendo Biblia o Corán del país,
"diccionario de pobres"
que unifique el léxico,
queda el descubrimiento de que es posible
ignorar si usté es el borracho o el pensador.




2

A Ud., jefe, era de esperar, le reservaron el trabajo
de Destinateur.


El hombre de gacho
gris venía por el veredón
y al verlo se tragaba
(como pálulos
de copetín)
las comisuras.


-¡Jefe -impetraba el callejeador
y su sonrisa era una métaphore impure.
-¡Jefe! Usté sí que no es uno de esos chantas, falsos
héroes que salen del barrio a cumplir una misión de
Parque Japonés
bocineando el hunger de un misterio, de un donateur
solo para que les lean las capitals del lengue.
Y lo mejor es que tampoco es
un primo ero
de esos que parten en una verdadera misión
prontos a recibir
el acero vengador
de manos de un igual, en una noche que no verá salir
el sol.


(Qué malo sería, chief, que usté se nos pasara de ese lado
y se convirtiera en el Enviado no siendo ya
el que nos envía a nosotros,
o se largara, peor, a hacernos de ladero.)


Vea, Jefe, usté manda, usté es el
Desgraciado
ignorante de su propia Luna.






Pero que es la Luna, Jefe.
Qué es ser jefe,
salvo en Buenos Aires,
donde jefe se dice siempre en vocativo.






V

(GENERAL)



1


General, "el estaño
Bolívar
tiene un fulgor Bolívar".
Pero no me deslumbro,
salvo
cuando lo miro con el rabillo del ojo.


General,
a usted
le hablo.
Y me pasmo
cuando creo
recordar que usted se conjuga con la misma forma verbal
que él,
al que,
naturalmente,
no hablo.
De él
-tercera,
ausentada persona-
más bien
se habla. Hay un poeta en Buenos Aires
que podría hablar hasta morir
de semejante tema. Yo
nada
sé;
y usted,
con razón,
se refugia en Plutarco.
Vidas
paralelas:
mi no saber guarda un necesario componente de pedantería,
ínsito
en toda innecesaria cita de un clásico.
Y ahora usted
(salve
general)
me mira con el rabillo del ojo.
El ojo
glauco.




2


Vidas
paralelas.



Nada sabe
él, que mal-lee
discursos de los que nunca debería conocerse el emisor
del emplazamiento real de esas rectas
destinadas a cortarse
-esto es
escatología, o
política-
en el centro
de la tierra.
En un país en definitiva insular,
esas vecindades
tienen una inexistencia concreta!
Se dialoga
como pueden hacerlo entre sí, hasta el infinito, las
vías del tren.
Y eso es lo bueno:
la fantasía de una geografía terminal
se superpone al imaginario de una mirada atenta:
para hablar de la geografía se necesita un código:
las paralelas solo tienen acceso al código del rabillo.



3


General
Bolívar:
déjeme observar esta planta mitad planta mitad animal
descubierta por Darwin
cuando cabalgaba en compañía de un paisano empeñado en
mostrarse distraído junto al inglés
humilde,
obligado (el inglés) a la esquizoidía
(el ferrocarril, decía, fue la condena impuesta a los
ingleses por los gauchos)
y que consistía (la planta) en un arbolito verde cuya
raíz era un gusanito que echaría a andar.

El gusano
anda.
La planta
se seca. ¿O
se trasplanta?


Ensayemos la doble posibilidad:



4

a) Vegetales
que llaman al machete
verde,
un instrumento q'es
naturaleza nomás,
Vorágine
La planta inicia una
podre
hacia abajo,
abajito,
en el tubito las ca-
pas geológicas se
reconocen por dife-
rencias de color,
en todo corte se de-
tecta una regularidad,
cada color remite a
una Forma de la
Tierra




La espada brilla que
te cansa.

b) Larvas
pasarán por ecima de orografías
accidentales
no hay finalidad, no
no hay fracaso
el gusanito pasará,
un mapa
le hará cosquillitas en la pancita,
soy machito,
en el Kopper Kettle soy
hembrita,
estamos en el 46 las masitas son in-
glesas las masas son
peronistas, son, son
la Forma de la Tierra.
Nombre, Motivo, Tema
de un futuro Cuento de Famoso Es-
critor:
para tí la Forma Literaria será la
única Vía de acceso a la Forma de
la Tierra?



El gusanito se ha convertido
en un loro hablador



5

¡Discurso
de fronteras!
La elocuencia
debe producir la imagen interna de un ritmo sabedor:
la mujer del General debe parecérsele
(pero no, debe ser pequeña
y distinta!),
los interlocutores civiles deben compartir su pensamiento
en otra coloración
(falso, entonces no habría Grandezas ni Miserias
Militares),
el Tiempo Libre debe ser el del Reposo del Guerrero
(si así fuera no seríamos hombres, solo máquinas de
guerrear,
el pensamiento de Clausewitz es un pensamiento de la
contradicción,
un militar latinoamericano no es la versión tostada de
un húsar astrohúngaro).


6

Un militar latinoamericano no viene de ninguna parte.
Señorita, le ruego que no me moleste,
voy a seguir las huellas de ese coronel
que soy yo
y que comparte
Su proyecto con Su pueblo:
pebeta de mi pueblo,
este Sol Jefe brilla m’hija para los dos.

7

Fui fascista forjista honesto socialista empírico del
poder filosófico de la paz de los palos
gerente
dentista
de una ínsula al Sur
vacía
su jefe era una estrella de mar
me colgaron del cuello con un sambenito de anciano perverso
empecé a gozar con ciertas caries de cuello en dientes
de leche.


8

fui fascista
forjista
pero las maneras son mías hay rangos no las aprendí
filósofo de la paz
de los palos
mi gobierno también tuvo su origen
su Puerto de Palos
ni a palos usté le va a hacer aprender al que es bruto
cuídese del que es bruto sobre todo si es trabajador
tantas líneas, Señor, ya son
un trabajo,
soy bruto no puedo expresarme,
cuando quise hacerlo me tutearon finamente: General,
más que bruto
tú eres
un travesti
brutal! Contésteles:
amigo,
si existes no me leerás.





VI

(TU)

(…Y UN LITERARIO SENTIMIENTO DE
UNIVERSALIDAD EMERGE DEL DISCURSO
DE LA DEPRESION)



Escribiré con voces del común
-cae tú, bien, en neologismos que harán hablar al
Adoquín acariciado por el Barrio-
y me arrastraré, grupa al sol, a borrar las huellas
alunadas de tu paso.
Claro, el fin, me desdirá el quehacer del Contestador:
no diré que he tocado el fondo vergonzoso de mi
decoración
(volutas, fino
análisis excrementicio del arte),
ni que he hollado, huella, el caminito de los versos de
mi país:
de mañana, cuando hace
caca el pajarito,
saldré con mi cuenco de maderas de barril a levantar la
cosecha de arvejillas de tu voz.


Dime: Pez.
Nombre de una cola para pegar
maderas de relato (y el viejito
-hay un goce
en su golpeteo prensil-
martilla: es socialista). Duéle-
te: Pez. No pudo
haberlas, pero hubo -doy fe-
en departamentos construidos en el Estilo Internacional
peceras empotradas en la pared: cuando la Violencia
Cayó
y manoseó -era hombre-
las formas de lanilla de la Amiga
y hundió
con el pulgar pagado desde París
el ojo del Cronista,
el pez giró y
sobrevivió. Detrás
del colchón de los dólares equivocados
y de un quebrado bastidor
de afiches del magma turístico del Sur,
giró;
doy fe que no miró


pero que estoy
mirándote
y que
"la voz
a ti debida"
arrastra esa pesada
gallegada de cotillón
por la que vive
más
Felipe
que el lagarto de León
y Pedro
que la sal de Salinas.


Walt,
no te he leído:
déjame ser tu traductor.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me encanta!

Marcela