Páginas

Buscar este blog

Archivo del Blog

Seguidores

martes, noviembre 10, 2009

Aníbal Ford. Memorias de un navegante



Esta entrevista acaba de ser publicada en caras y caretas.
Sólo quiero decir que el mundo se ha vuelto más frágil con la muerte de Aníbal...

________________________________________________________________

Aníbal Ford mira con serenidad el grabador que propone la charla. Es un día de invierno y, quizá por la lluvia, la entrevista se presenta como una forma de pasar el rato. Nora, su compañera, acerca los pocillos de café. Y entonces sí, reconfortados del frío, la conversación arranca, desafiante. Una conversación que navega por la memoria de uno de los más grandes teóricos latinoamericanos de la comunicación, pero también en la memoria del autor de Sumbosa, ese relato reivindicado por Rodolfo Walsh como una obra maestra de la narrativa argentina del futuro.

–Sus clases de literatura en la década del 70 en la Universidad de Buenos Aires fueron un momento fundacional, tanto para las ciencias sociales como para la literatura. Había que ingresar nueva bibliografía.

–Eso ya estaba aunque no en la facultad. Las discusiones entre marxismo y estructuralismo eran muy fuertes afuera. Cuando trabajaba con Juan Gelman en La Opinión, en el suplemento se planteó el tema de la universidad. Juan y Paco Urondo me pidieron que me hiciera cargo de la cátedra Introducción a la Literatura. Tuvieron que presionarme, porque a mí, que venía de hacer periodismo, la idea de hacer academia me asustaba. Pero igual me metí y tuve que laburar muchísimo; esa cátedra llevó mucho trabajo y fue la síntesis de lo que veníamos trabajando con (Jorge) Rivera y (Eduardo) Romano antes de la cátedra propiamente dicha y de las clases. Conocí a Romano en las clases de extensión universitaria que yo dictaba. Era un interés político y cultural que no tenía nada que ver con la búsqueda de currículum.

–De aquellas clases de literatura quedó un libro que editó la Universidad de La Plata.

–Yo diría que lo que quedó es Medios de comunicación y cultura popular, que se publicó no bien cayó el Proceso y que fue muy utilizado por todos los comienzos de las carreras de Comunicación. De ahí al Resto del mundo hay un largo camino. El libro editado por la Universidad de La Plata da testimonio de lo que se hizo y cómo se fue avanzando en ciertos temas durante los 70, las clases en Filosofía y Letras o los progresos en la investigación de culturas que yo no diría populares pero más o menos, junto con otras cosas que venían preocupándome hace tiempo: los llamados global problems (problemáticas del Club de Roma, discusiones en la Universidad de San Francisco), lo que se considera las nuevas tendencias: las transformaciones, los cambios fuertes en la cultura que en ese momento se vislumbraban y que hoy son evidentes y constituyen la parte central de mis libros a partir de Navegaciones.

–Romano, Rivera y usted conocieron al escritor Jaime Rest. ¿Les resultó un maestro en ese punto?

–Mi conocimiento de Rest es muy fuerte y me apoya en el interés por distintas relaciones que después aparecerían en Birmingham. Yo era muy amigo de Rest, incluso venía a casa con Virginia Erhart. Una relación que partió de lo académico, pero que estaba muy apoyada también en el hecho de que Rest era adjunto de Borges, con quien yo había estudiado Literatura Inglesa en la facultad, y daba un curso suplementario sobre The Waste Land de Eliot, formidable. La relación empezó en el curso de Borges con Rest como adjunto y la relación particular con Rest a partir de Eliot, pero también debido a esas miradas a las culturas que vamos a llamar masivas. Después continuó en muchas cosas.

–Y anticiparon a la lectura de la Escuela de Birmingham (el enfoque sociocultural de la comunicación), por lo menos, una década antes.

–No sé si nos anticipamos, pero me acuerdo que Rest me aconsejó, y también en la facultad cuando era profesor, el libro La clase obrera y la cultura de masas de (Richard) Hoggart en el momento en que salía en Inglaterra. También ese libro discutido sobre comunicación, Mass Culture in America de Rosenberg y White, se discute acá y es una base muy fuerte de trabajos concretos sobre culturas masivas. Muy olvidado, pero muy formador en ese momento. Siempre había un ir y venir de discusiones muy movido. Para dar un dato ubicador: cuando en la revista Problemas del Tercer Mundo –que publicaban Rivera, (Ricardo) Piglia, (Carlos) Altamirano y otros– presentamos un artículo escrito con Rivera sobre comunicación y cultura popular, a los editores les llama la atención que se razone sobre los medios de comunicación y la cultura de masas. Con todo, ese número no salió. Curiosamente salió una versión en alemán y recientemente se publicó en castellano en la edición que de 30 años después publicó la editorial de la Universidad de La Plata, justamente treinta años después. Los lectores de esa revista no habían creído que se pudiera pensar los medios así; esto marca un estado cultural, porque no había nada, excepto un sociólogo de derecha, Miguens, que era una reproducción de lo norteamericano.

–¿Cómo se llevaban ustedes con los antropólogos? Es de suponer que la antropología habrá sido una disciplina celosa de que gente de letras quisiera también ocuparse de temas culturales…

–Al contrario, nosotros leíamos los libros de los antropólogos, como Villeros y villas miseria y El cabecita negra de Hugo E. Ratier; eran libros de divulgación, pero eran buenos libros importantes por su sesgo político. No había una antropología tan atada a la vida cotidiana y a lo urbano. Si bien los estudios de (Erving) Goffman ya habían llegado a la Argentina –la fecha de edición en Amorrortu es muy temprana– es otra estructura: antropología más cerca de antropología tradicional, y letras incorporando la cultura de otras zonas sociales, pero no el choque. Mientras tanto surgen algunas cosas en antropología que ya se acercan al paquete que estamos analizando: comunicación y cultura.

–¿Desecha el concepto de cultura popular o todavía le encuentra alguna validez?

–Era útil; hoy no lo utilizaría.

–¿Qué le parece más pertinente para pensar en esa otredad cultural que se simplificaba antes con la idea de cultura popular?

–No creo que sea una otredad cultural, es una mezcolanza de cosas…

–...que incluye a los sectores populares, folklóricos, a las clases medias, siempre con intercambios, préstamos, apropiaciones e interpenetraciones entre los distintos estratos culturales. ¿Cómo lo ve?

–Todo se fue reestructurando. Entró en nuevas pautas de clasificación, organización y conocimiento. Cuando te digo que a treinta millones de años luz de la Tierra hay dos globos igualitos a este planeta, o cuando ves los avances en nanotecnología y notás que somos como gusanitos, se advierte que cambió el conocimiento del hombre. Estamos viviendo transformaciones socioculturales y técnicas que dan vuelta a muchas concepciones de cultura.

–¿Por dónde navegaba la literatura en medio de todos esos cruces?

–En 1961 empecé a trabajar en Eudeba. No había un director de colección, y yo entré para la búsqueda de libros recomendados por profesores universitarios: ellos me sugerían a mí, y yo le recomendaba a Eudeba. Mientras laburaba ahí, en el 67, publiqué con mucho éxito Sumbosa, que Walsh reseñó en Primera Plana. Pero después me desvié hacia la política. Tengo una relación problemática con la literatura, cosa de la cual me arrepiento, porque escribí seis, siete libros de cuentos. Pero los conflictos entre literatura y política son típicos de ese momento, un ejemplo: Rodolfo Walsh.

–¿En qué agrupación empezó a militar en esa época?

–Soy un tiro al aire; cuando caí en cana había ingresado en una agrupación que recién se iniciaba: Movimiento de Acción Revolucionaria.

–Para una época de experimentación en narrativa, Sumbosa era novedosa y frescamente experimental. Aunque el cuento no tiene que ver con el agua, la palabra “sumbosa” suena a agua, elemento por el cual hay cierta fascinación en su obra. ¿Cómo surge este vínculo con el agua y con lo más expresivo que tiene, los ríos, y su inquietud por su navegabilidad?

–¡Pavada de pregunta psicoanalítica! En Sumbosa no estaba tan presente, sí va a estarlo en todo lo que escriba; incluso en lo que estoy escribiendo hoy, que es sobre el Tigre, que por ahí queda inconcluso, porque estoy al borde, ¿sabés? Mi relación con el agua tiene muchas puntas. Familiares, por ejemplo: mi abuelo, John David Ford, participó de los comienzos de la marina argentina y posiblemente haya firmado la creación del faro; eso por lo menos lo vi cuando estuve en la Isla de los Estados; la navegación en el Chadileuvú, que es un dato fundamental, viene de por sí, como viene de por sí la navegación del río Santa Cruz, hace seis años. Cuando navegué el Chadileuvú por primera vez era jefe de redacción de Crisis. Entonces vino el profesor Walter Cazenave, un pampeano: tenían un problema de sequía y necesitaba que lo testimoniara. Y entonces hice la primera navegación. Anónima, porque no podía publicar, a pesar de que estaba en Crisis, salió una nota en Clarín. Fui a testimoniar el problema, porque había un juicio nacional de la provincia de La Pampa a la provincia de Mendoza. Después sobrevolé todo el río Curacó en un pequeño avión, saqué sesenta fotos en vuelo bastante riesgoso. Al río Chadileuvú lo sobrevolé y navegué (de alguna manera repitiendo el itinerario de Estanislao Zeballos), lo recorrí en pick up bordeándolo y, hace poco, la navegación del río Santa Cruz cuatros días remando. Quería seguir el registro de Darwin y de Fitz Roy, dentro de lo que siempre puntualicé como cultura de construcción del territorio, la exploración de cómo se había construido el país y cómo pesa esa construcción, con sus desiertos, en la política del país.

–¿Pensó alguna vez la navegación fluvial de la Argentina?

–Hubo un proyecto de navegación fluvial del país; es complejo esto, porque aparece en la cultura argentina lo que fueron los proyectos de ríos, de canales, de navegación, las peleas de los ríos con el ferrocarril. Por qué a Luis Huergo lo mandan a hacer el puerto y lo sacan de la construcción de un canal, de Córdoba a Buenos Aires; hay peleas duras que explican la Argentina, la Argentina que uno quiere conocer.

–¿Registró en algún libro estas experiencias de navegación?

–La problemática sobre La Pampa está contenida en un libro llamado Desde la orilla de la ciencia. Contiene todos los artículos sobre La Pampa, incluso títulos más políticos. Pero también estos temas se desarrollan a nivel de ficción, por ejemplo en la novela Ramos generales, que dramatiza el viaje por el río Chadileuvú.

–¿En qué se refugió para sobrevivir a los años de la dictadura?

–Me borré de todo, y unos amigos de la infancia me dieron laburo en una fábrica de productos químicos; ingresé a trabajar ahí y terminé siendo gerente general. Durante diez años fui director de investigación y desarrollo de la empresa. Estuve casi catorce años; en el 80 empecé a publicar despacio y aquí estoy.

–¿Cómo volvió a la universidad?

–Me volvieron los alumnos. Ayer estuvo Romano; decía que le habían preguntado qué relación tenía con el nacimiento de Comunicación, tal vez mejor dicho con el estudio de la literatura de ese momento. Hay que tener en cuenta también que en esa etapa encaran los estudios de este campo (Heriberto) Muraro y (Héctor) Schmucler, al margen de lo que venía aportando el grupo de semiólogos (Eliseo) Verón, (Oscar) Steimberg, etc. Sí participé en el plan de estudio de la Dirección de la Maestría en Comunicación y Cultura, manteniendo siempre el conjunto comunicación, información y cultura como centro epistemológico de nuestra disciplina.

–Para mucha gente, Navegaciones (1994) fue un libro bisagra a nivel latinoamericano en las indagaciones sobre comunicación y cultura, porque plantea la cuestión de la transdisciplinariedad de un modo que hasta ese momento no era muy común. ¿Qué significó para usted ese libro?

–Lo percibí como un libro exploratorio de todos eso que había vivido en la facultad, en Eudeba, en Crisis, en diferentes experiencias con la cultura, porque también fui fletero de Paidós...

Carlos J. Aldazábal, 2009

2 comentarios:

Jose Ramon Santana Vazquez dijo...

...traigo
sangre
de
la
tarde
herida
en
la
mano
y
una
vela
de
mi
corazón
para
invitarte
y
darte
este
alma
que
viene
para
compartir
contigo
tu
bello
blog
con
un
ramillete
de
oro
y
claveles
dentro...


desde mis
HORAS ROTAS
Y AULA DE PAZ


TE SIGO TU BLOG




CON saludos de la luna al
reflejarse en el mar de la
poesía...


AFECTUOSAMENTE
EL PIMENTERO

ESPERO SEAN DE VUESTRO AGRADO EL POST POETIZADO DE LOVE STORY, CABALLO, LA CONQUISTA DE AMERICA CRISOL.

José
ramón...

C. J. Aldazábal dijo...

Muchas gracias!