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viernes, marzo 02, 2007

HOSPITAL DE VETERANOS



Paulina Vinderman (1944) es, en mi opinión, una de las grandes poetas de Buenos Aires. Hospital de veteranos (2006) se presenta como el último libro de una producción singular y notable, que se inició en 1978 con Los espejos y los puentes.
Van algunos poemas. Que los disfruten.


Pisadas sobre el vidrio

                                8
La región espera la lluvia como yo el poema,
los árboles deformes como orejas deformes,
las bocas ávidas como perfectos copones de bronce.
El calor como un techo demasiado bajo,
la postergación como emblema.
Me siento a mis anchas, yo también, a esperar.
Nadie sabe que danzo como una loba vieja
sobre una terraza que arde.
Que recuerdo los bosques y colmillos filosos de mi vida
en la rogativa.
Cuando, al fin, las gotas empiezan a caer
sobre los baldes y las ilusiones, corro a atrapar
las palabras que el cielo envía:
pobres pájaros que enjaulo sin misericordia.

                                 10
La única poesía que ilumina es la que arde
y ningún mar será más extenso que mi imaginación.
Pero los sauces llorones se inclinan demasiado
(para mi orgullo) ante un sol despótico
y no puedo dejar incendiarse a mi soledad
sin poner en peligro al bosquecito cercano.
Finjo la serenidad que nunca tendré, el reposo
que jamás encontraré.
Y lo hago bien, más que bien: una parodia
esmerada a las puertas del cielo.
Soy un árbol clásico, de los que dibujaba
en mi cuaderno, esos de tronco oscuro, que
no se doblegan fácilmente y no conocen el dolor
de la palabra árbol.

                                   25
Me he vuelto tan delgada como mi sombra
e igual de salvaje
(nunca fui un país guarnecido).
El aire viaja por mundos demasiado antiguos
para mis ojos.
Capa por capa, aprendo a deslizar mis dedos
sobre los objetos cercanos
con la ternura de una arqueóloga.
La oportunidad de ver el sello de la luna
en una vasija muda,
de llenar los vacíos de interpretación
de acuerdo a las premoniciones del alba:
esa luz indecisa donde todo es posible.
Hasta recomenzar.

Hospital de veteranos

                            3
El gato asoma por detrás de la tapia
entre los vidrios rotos.
Se eleva sobre la marejada de la memoria,
girando en el oscuro verano, cortando
los tallos que me sujetan a la tierra.
Sé que mi tibieza no le es suficiente, hay
demasiado miedo en nuestros pelajes revueltos.
Y en nuestro esfuerzo por vivir, no
queda tiempo para lunaciones.
Sólo una mirada celebratoria, un enlace
sin traducción bajo una luz perfecta.
Los vidrios parecen hierbas a la distancia
y el raído saco de hilo que me cubre,
azúcar sucia.
Nos iremos de inmediato a nuestros asuntos
por detrás de la vida,
como si ella fuera la tapia, o un telón suntuoso
(tierra de nadie entre bastidores).
 

                                  9
Una pobreza luminosa nos une otra vez,
como en la infancia.
pero ésta será la última canción.
¿Recordaré la letra cuando nos hayamos ido?
El olvido es una traición dulcísima
que no lastima tanto como una muerte.

Por ahora distribuyo los tesoros
en un espacio neutral: una servilleta a cuadros
y un marco para la foto de mamá, bella con su fe
y su collar prestados.
Ah, "si yo fuera el invierno mismo",
encendería fogatas diminutas en el corredor,
estrellas muertas que se asocien a este universo
de falla, de necesidad.


1 comentario:

Anónimo dijo...

esta poeta esta re buena