El poeta Eduardo Dalter me envió este artículo: se trata de la editorial de La Gaceta Literaria de Santa Fe (marzo de 2007). Una forma de continuar la discusión sugerida por Santiago Sylvester en este mismo blog.
Mencionar que existen mayores posibilidades de editar y difundir literatura en las grandes ciudades, no constituye novedad alguna. De allí que se concreten en ellas la mayoría de los proyectos de publicación antológicos o individuales.
Ocurre, entonces, que las insatisfacciones, resultado de organizaciones políticas de fingido carácter federalista, representan la justificada significación de un pulido anonimato para quienes ofician el compromiso de la literatura desde una realidad demasiado desfavorable en lo que a la circulación de sus obras se refiere. Sobre todo considerando que muchos de quienes escriben desde ámbitos territoriales ubicados en los suburbios del sistema enfrentan a diario condiciones históricas verdaderamente adversas, y, no obstante ello, persisten en realizarlo, silenciosa y solitariamente, desde las coordenadas espacio-temporales en las que les ha tocado en suerte situarse y desde las cuales intentan trazar un accionar que los preserve del olvido.
Sin embargo, resulta perentorio recordar que la aproximación sistemática de la producción literaria a un corpus social aparentemente insensible -al que habría que rescatar de los patrones mediáticos que lo han tomado como rehén y que le impiden conocer, aceptar y promover su propia identidad, su particular herencia cultural- refleja un entorno comunitario, un espacio compartido, un escenario poco feliz común a escritores capitalinos o provincianos.
Además, si bien es evidente que la característica universal de las diásporas, de los éxodos artísticos que congregan a los escritores periféricos en los centros poblacionales, reside en la búsqueda de oportunidades que las mismas pueden llegar a proporcionarles, no es menos cierto que muchos grandes nombres de la literatura obtuvieron notoriedad resistiendo desde los más apartados rincones de la tierra. De igual modo, no todos los escritores nacidos o radicados en las principales metrópolis consiguen la popularidad, ni la migración personal hacia ellas, basta para conquistarla.
Pero, claro está, desde este restrictivo prestigio patrimonial, no resulta sencillo testimoniar las particularidades creativas de los autores regionales ni reivindicar la dimensión intelectual de cada enclave, ni impulsarlo convincentemente.
Entonces, se manifiesta como terriblemente improductivo el continuar con esa especie de obsesión persecutoria provinciana que, cada vez con mayor frecuencia, nos toma por asalto. Porque, si bien no podemos caer en la ingenuidad de negar la existencia de silencios premeditados, no todos ellos obedecen a ocultas u oscuras intenciones de los agentes encargados del área. En algunos casos depende de la adhesión de los mismos a determinadas tendencias literarias, una naturalmente subjetiva estimación de valores estéticos, determinada propensión a destacar experiencias innovadoras, extravagancias lúdicas, manifiestas violaciones sintácticas por sobre otro tipo de apreciaciones de valor; y también, claro está, los notorios naufragios en las profundidades de lo que García Lorca denominara “mezquindades contemporáneas”. Pero, la mayoría de las veces, tanto olvido, tanta indiferencia, tanta postergación para con las voces de aquellos que persisten en exponer ante los otros las obstinadas creaciones del espíritu, no es más que el fruto del absoluto desconocimiento del que todos, de una u otra manera, somos cómplices.
Bien podríamos, entonces, considerar a nuestra revista como amuleto o talismán, como emblema de supervivencia; o tal vez como estrategia necesaria para oponerse a tanta indiferencia, una botella al mar desde la orilla misma del naufragio.
2 comentarios:
Sábado gris. Y mientras ordeno la casa, leo diarios viejos, hojeo los libros que quiero sentarme a leer, vengo a la compu decidida a recorrer con más tranquilidad tu blog, que tiene muchas cosas, mucho material...y voy y vengo...
Y respecto a este artículo, creo sí, que hay "tesoros" que siempre encuentran de uno u otro modo su manera de brillar aún en la peor de las oscuridades y nosotros, también, como poetas, como artistas, como personas tenemos la "responsabilidad" de buscar esos tesoros, darlos a conocer e intentar también que las condiciones de difusión, publicación, sean menos injustas para todos, vivamos donde vivamos, y también disfrutar de esa alegría que produce encontrarse con la escritura, el alma de los otros. No estamos solos ni siquiera cuando escribimos, seguro que nos acompañan, en ese momento las voces de nuestros maestros, nuestros libros preferidos, y el corazón del arte que en ese momento rozamos con nuestro cuerpo, con todo nuestro ser. Selva... voy y vengo...
Siempre están esas visitas:
"Los muertos más queridos.
Los muertos que escribieron epitafios.
Las visitas de siempre".
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