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martes, diciembre 05, 2006

TOMAS WATKINS


Una muestra del libro 26, del poeta Tomás Watkins (Neuquén, 1978)...

26

*
voy pensando el mundo
mientras camino por la calle
me dice Raúl que lo escriba

acá estoy

y pido disculpas
por el tiempo perdido

a veces lamento
esquivar los autos que pelean entre mis piernas
no dejar que me pulvericen

los huesos

*

bailar con tres negras
al calor de la noche

sus pechos
nacidos para todas las manos
sacuden el mundo

sus vivas polleras
flamearán por siempre
en el corazón de los que vimos

las negras supieron
el veredicto de la carne
al arder sin remedio

traigo las manos llenas
de su cadencia
su perfume

su bramar de sibilas nocturnas

¿qué tendré que hacer
con el espejismo de sus caderas
y con la lección que no aprendí?

*
termino de ver
la cuarta película del día
voy a darle de comer al aburrimiento
que mira las manchas del piso
la mugre ordenada

pensando en los poemas que escribí
y en los que dejé para más adelante
palpo
la sensación de ir perdiendo

me tiro en la cama
y sé que todo va a mejorar
inútilmente

dentro de un rato será mi cumpleaños 26
estoy sin un centavo en esta caja de zapatos
hoy sábado jubiloso
y esta enfermedad
apenas
para echarle la culpa


Yo bebo

*
nos juntamos en casa
comimos algo
bebimos bien
teníamos asuntos que discutir
después nos fuimos

entramos al bar
como deberíamos haber salido
Mansilla fue el primero
en desaparecer

al rato
salgo del baño
yo estaba apoyado en una pared
que no encontré

detrás de un vaso
besé a una prima desconocida
y en un momento me vi
del otro lado de la puerta
perdido

afuera


*
nos conocimos por necesidad
ella estaba ebria
yo tomaba

–tenés ojos tristes

–tengo ojos de borracha
y estoy tejiendo mi propio chaleco
de un color que me gusta

de repente dejó de hablar
y no volvimos a vernos

tal vez nunca salió del baño

en esta silla sin luz
espero con sus ofrendas:

14 gatos y una prenda de vestir
blanca


Vendas y gasas

IX

Escribo mientras la gente
se va quedando dormida;
los colectivos tienen luces
dentro y fuera.
Escribo porque ahora no tengo
las manos vendadas,
estoy en paz.
No puedo recordar
tantos viajes, tal vez lleve
fragmentos, esquirlas,
dos líneas, el vino
inconstante, las señoras
inmortales
leyendo poemitas
para sus nietos, egoístas.

Y el calor, la humedad,
lluvias torrenciales y uno siempre
distinto en los recuerdos,
en las cosas que dejamos
o no tenemos
y el clima despacio
se mete en las letras.

XI

Vuelvo en forma de prosa, –¡Ja!
dijo ella, –¡vos no podés
volver en forma de prosa!
Pero vine,
vine en forma de prosa
y escribo la sangre de mis amigos
que no puedo traerme; escribo
la muerte de las mujeres
de mis amigos que no puedo
traerme; escribo el recuerdo
de las mujeres muertas
cuyas manos siguen cubriendo
a mis amigos que no puedo traerme;
en Chile o en Bahía Blanca, de poesía
o de cáncer, la muerte nos muerde
los labios cada vez que amamos
el vino, el vodka, la birra de Ale
y el idiota que dijo –¡porro! bien fuerte
para que no fumemos más,
y callemos.

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